Comunicación intrapersonal: la importancia de tener un diálogo interno saludable.
La comunicación intrapersonal es el diálogo interno que se produce constantemente en la mente de cada individuo. Es un proceso analítico privado en el cual la persona es el emisor y receptor del mensaje.
Este diálogo íntimo repercute en las creencias de los seres humanos y, de manera directa, en los estados emocionales y actitudes. Este tipo de comunicación sucede principalmente a través de los pensamientos, y también por medio de sueños, reflexiones, fantasías, lecturas y meditación.
Podemos empezar por hacernos esta pregunta: ¿qué mensaje transmito yo a mi organismo? Si la mayoría de mis pensamientos son de auto-crítica, desvalorización de mi mismo/a, de negatividad continúa… no se están asentando las bases de una buena comunicación conmigo mismo/a.
Un paso previo necesario a tener relaciones saludables con los demás es mantener una relación sana conmigo mismo/a. Saber cómo estoy para saber qué puedo dar de mí. Practicar el auto-cuidado y el respeto por uno/a mismo/a es fundamental. Si mi voz interna está continuamente saboteándome, creándome tensión, buscando problemas en lugar de soluciones... puede ser un buen momento para tomar consciencia de ello, desenmascarar a ese enemigo interno y trabajar para cambiar los patrones de comunicación conmigo mismo/a.
“Es bastante habitual que nuestra propia voz interna sea nuestro peor enemigo y vivamos con un torturador en la cabeza que nos ataca y castiga, agotando nuestra energía vital”. E. Tolle
Hoy en día es bastante habitual tener un “hilo musical” continuo en la cabeza. Solo un matiz: en lugar de canciones suenan pensamientos repetitivos, obsesivos, catastrofistas… Este RUIDO MENTAL nos impide encontrar nuestra quietud interior y en mayor medida, conectar con nosotros/as mismos/as. En muchos casos nos hemos hecho adictos/as a nuestros pensamientos y, como consecuencia de ello, nos hemos desconectado de nuestro verdadero ser. Vivimos en el pasado (DEPRESIÓN) o constantemente futurizando (ANGUSTIA). Básicamente podríamos decir que el problema radica en que nos identificamos con esos procesos mentales, sin darnos cuenta de que nuestra IDENTIDAD va mucho más allá de esas películas que aparecen en nuestra mente, distorsionando la realidad.
¿Cómo “bajar” el volumen del ruido mental?
En muchas ocasiones el estrés no está originado por causas externas, sino que puede ser generado por el ruido mental o distorsiones cognitivas. A continuación algunas sugerencias:
- Evitar pensar en términos de “blanco o negro”. Esto causa rigidez mental que nos puede llevar a patrones de pensamiento obsesivo. Además de los grises, hay un amplio abanico de colores. La vida es rica en cuanto a las posibilidades que nos ofrece. Abrirse a la aventura es una buena opción.
- Ser conscientes de que muchas veces caemos en el denominado “razonamiento emocional”, es decir, pensar que las cosas están mal porque nuestras emociones así nos lo indican. Cuando estamos agitados/as por emociones muy intensas lo más recomendable es no tomar decisiones importantes ni dejarnos llevar por impulsos.
- Evitar la tendencia a generalizar demasiado las cosas malas que nos pasan y pensar que tiene que ver con nosotros/as.
- El “pensamiento catastrofista” . Pensar que siempre algo malo está por pasar, ver el aspecto negativo de todo… tampoco nos hace ningún bien.
- Puedes intentar CREAR UNA NUEVA ACTITUD, para lo cual podemos ayudarnos repitiendo afirmaciones contrarias a las que estamos razonando. Si nos escuchamos haciéndonos un comentario negativo, deberíamos pensar para nuestros adentros “sin embargo podría ser de otra forma”, o “es posible que no me afecte”, o “ así es el mundo y no lo voy a cambiar hoy”.
- Hacer DIETA… de quejas. 21 días sin queja... ¿te animas?
- Reflexionar: ¿con que alimento mi pensamiento? Qué lecturas, películas, actividades... forman parte de mi día a día. ¿Cual es la materia prima que elijo para alimentar mis pensamientos?
Estas fechas suelen ser las elegidas por muchas personas para comenzar algún proceso de cambio. ¿Qué tal dedicar un poco de tiempo y energía para modificar, sin prisa pero sin pausa, la manera en que nos comunicamos con nosotros/as mismos/as? Toda una inversión de salud y bienestar.
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