Biodanza y Vitalidad

Algunas características externas fáciles de reconocer pueden dar una impresión global de vitalidad: la risa fácil, la fuerza de los instintos, la agilidad de los movimientos, la sonoridad y expresión de la voz, la luz y la intensidad de la mirada... En nuestro día a día es fácil descubrir por la lectura de los movimientos a aquellas personas que a primera vista tienen mayor vitalidad. Sin embargo, la simple potencia de los movimientos, el tono alto de la voz o una actividad desenfrenada no es equivalente a vitalidad. Personas aparentemente fuertes pueden sufrir trastornos graves como diabetes, hipertensión, epilepsia o graves problemas psicológicos. También hay una idea errónea de que vivir en estado de eufória o en actividad permanente es sinónimo de vitalidad. Nada más lejos de la realidad. La definición de vitalidad con la que se trabaja en Biodanza está relacionada con el potencial de equilibrio, la homeostasis y la armonía biológica. Se refiere a la energía que el individuo necesita para enfrentar el día a día. El organismo necesita la homeostasis para autorregularse y que sus sistemas funcionen correctamente. La actividad es necesaria, pero también lo es el descanso. Uno de los beneficios que aporta la Biodanza es que, de manera progresiva pero firme, el organismo se va equilibrando de manera natural. Personas que comienzan con un nivel muy alto de actividad y estrés van experimentando como cada vez entran más fácilmente en estado de descanso, hecho indispensable para que se den la regeneración de tejidos y la puesta a punto del sistema. Es igual de válido en el caso de las personas con inactividad o que atraviesan procesos depresivos: de manera progresiva su organismo se equilibra. El movimiento que aporta la Biodanza abre la puerta a alcanzar una vitalidad desde la armonía y el bienestar.
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